martes, 30 de octubre de 2012


EL CATEQUISTA. IDENTIDAD Y FORMACION.
Sotomayor en primera instancia formula la identidad del catequista y, como primer momento presenta los distintos niveles de responsabilidad catequética:
-       El de base.
-       El del nivel de los agentes intermedios.
-       Los expertos y responsables superiores.
Definiendo a los catequistas de base como los responsables de sectores de práctica catequética en las comunidades cristianas, como por ejemplo, los catequistas que se encuentran en las parroquias de la diócesis, que por lo general están encargados de transmitir los estudios sistemáticos de los sacramentos de iniciación cristiana: primera comunión y confirmación. Catequistas a los cuales Juan Pablo II les dirige las siguientes palabras de agradecimiento: “En nombre de toda la Iglesia quiero dar las gracias a vosotros, catequistas parroquiales, hombres y, en mayor número aún, mujeres, que en todo el mundo os habéis consagrado a la educación religiosa de numerosas generaciones de niños.” Y añade: “Vuestra actividad, con frecuencia  humilde y oculta, mas ejercida siempre con celo ardiente y generoso.”[1] Son hombres y mujres de buena intención que, respondiendo al llamado que Dios les hace, se lanzan con ojos cerrados a educar a los niños y niñas de las comunidades parroquiales; sin embargo, se encuentran en esta actividad pastoral que ellos realiza luces y sombras, las cuales Emilio Alberich Sotomayor expone más adelante en el subcapítulo numero 2.1 pues en palabra de él dice: “en las declaraciones de la jerarquía se pondera la importancia y urgencia de la formación y se manifiesta la participación de laicos y por el boom de los catequistas en las últimas décadas. Pero hay que reconocer que la realidad efectiva queda muy lejos de corresponder a los deseos declarados. La práctica de la formación, no obstante muchos loables esfuerzos, no parece estar a la altura del desafío de la situación actual.”[2]Esto que dice Sotomayor es un realidad constante en las parroquia y centros catequéticos de la diócesis, pues, se puede observar fácilmente personas con muy poca formación en algunos de los tres rasgos del catequistas, por ejemplo, catequistas, animadores o acompañantes de catequesis con una vida cristiana cuestionable, una vida que no respalda lo que enseñan a los niños, por el contrario, todo el mensaje transmitido queda totalmente desfigurado por la poca coherencia de vida.
También se puede percatar catequistas que no conocen la doctrina católica y entregan entonces mensajes tergiversados del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo y por lo tanto no viviendo la catequesis cristocéntrica de la que habla la IV Asamblea general del Sínodo de los Obispos y que el Beato Juan Pablo II también la definía como: “el cristocentrismo significa que, ella se transmite no por la propia doctrina o la de otro maestro, sino la enseñanza de Jesucristo, la Verdad que Él comunica o, más exactamente, la verdad que Él es (Cf. Jn, 14,6)” realmente en la catequesis no están enseñando a Cristo, pues, para enseñar a Cristo es necesario sobretodo conocerlo a Él y, si no se conoce su doctrina, su mensaje, su persona ¿a quién se está enseñando?.
Por último el rasgo del “saber hacer” en éste punto si que se encuentran deficiencias, porque, las catequesis en vez de ser un momento agradable a los pies del Maestro se ha convertido en reuniones sosas que desmotiva a los niños, adolescentes y adultos. Las metodologías no son las mejores, son las mismas de siempre, una memorización de doctrinas y formulas. Se siguen implementando entonces los mismos métodos teniendo a la mano muchas posiblidades tecnológicas; ¿Cuándo se ven en las parroquias catequesis hechas con las TICs? Si se encuentran es en muy pocas.
Dejando abierto un mundo de sombras que se constatan fácilmente, es de vital importancia hacer un alto en el camino  e implementar los puntos de formación que Sotomayor propone para las exigencias de la formación, basándose él en el Directorio General de la Catequesis, V Parte, cap. II; y en el CAL cap. 10.


[1]CatechesiTradendae. 66
[2]Cf. Catequesis Evangelizadora. Cap. 11. Pag. 223.

sábado, 20 de octubre de 2012


EVANGELLI NUNTIANDI



En fondo lo que se cuestionaban los Padres sinodales y lo que se propone hoy en día la Iglesia se podría enunciar así: después del Concilio, y gracias a él, se ha constituido para la Iglesia una hora de Dios en este ciclo de la historia, la Iglesia ¿es más o menos apta para anunciar el Evangelio y para inserirlo en el corazón del hombre con convicción, libertad de espíritu y eficacia?”[1]
Así pues, con este cuestionamiento y sobretodo conociendo de una manera rápida -sin decir con ello que sea poco profunda- el pensamiento de S.S. Pablo VI, se demuestra que esta Exhortación es un llamamiento más que desde el fondo de su corazón enamorado de Jesucristo y de su Iglesia  nos hace, para que el Pueblo de Dios reciba nuevos aires y se renueve en el Espíritu y, deje de ser vista por el mundo como una Institución que vive fuera de la realidad actual, donde solo hay hombres y mujeres que surcan en una realidad inexistente y utópica, ya que la gran Familia en Cristo no es eso, por el contrario es la Esposa de un Dios vivo y resucitado que constantemente está tocando a la puerta de los hombres  para que cenen con Él y  lo conozcan a través de su Iglesia.
Partiendo con este juicio lo que este documento pretende es desarrollar tres aspectos de la evangelización que el Sumo Pontífice explica de una manera muy expeditiva desplegada  en el primer capítulo de su Exhortación: DEL CRISTO EVANGELIZADOR A LA IGLESIA EVANGELIZADORA, pero, que es el centro del resto del texto. Entonces el Vicario de Cristo da respuesta a: ¿Qué significado tiene la palabra evangelizar para Jesús de Nazaret? En primera instancia con un núcleo conformado por dos aspectos de la evangelización: “El anuncio del Reino de Dios y el anuncio de la salvación liberadora”.
El anuncio del Reino de Dios es para Cristo  de suma importancia en relación a Él, pues se predica la verdad absoluta y Él es por supuesto la Verdad y ante Él todo lo demás es relativo, efímero y añadido de aquellos que le buscan con sincero corazón. Anunciar el Reino de Dios es Anunciar a Xto mismo porque para quien escuche de este Reino y quiera aceptarlo en su vida le es necesario aceptarlo a Él, y el que está llamado a “enseñar a Cristo” debe por tanto, ante todo, buscar esta “ ganancia sublime que es conocimiento de Cristo”; es necesario “aceptar perder todas las cosas… para ganar a Cristo, y ser hallado en Él” y “conocerle a Él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a Él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre todos los muertos”.[2]
Juan Bautista Montini también nos habla de la dicha paradójica que encierra el Reino de Dios una dicha hecha de cosas que el mundo rechaza[3], pues, el mismo Jesús en sus máximas nos da razón de la realidad del Reino que en si mismo es un anticipo al deleite de las realidades eternas[4] y lógicamente esta intrínseco las exigencias de la vocación cristiana, pero, especialmente la del apostolado evangélico[5]. En conclusión lo que esto quiere decir es que el anuncio del Reino de Dios exige grandes sacrificios que más adelante se tratará.
El centro específico de la Buena nueva es el anuncio de la salvación liberadora, el maravilloso don que Dios nos ha concebido de librarnos del pecado y del Maligno, y en palabras de la Cabeza del colegio Episcopal “la alegría de conocer a Dios y ser conocido por Él”[6], sin embargo, el Papa no se limita solo a definir el anuncio de la liberación, sino que, a través de su encíclica va desglosando ¿Qué medios se deben utilizar? ¿Quiénes son los destinatarios? Y ¿Quiénes deben de evangelizar? Y a cada uno de estos cuestionamientos da una respuesta certera y sobretodo es una llamada que deja perplejos a quienes leen tal pensamiento, por ejemplo, en el numeral 80 hace una afanada exclamación  a los predicadores y evangelizadores que utilizan miles de pretextos para no anunciar la buena nueva a todas las naciones; entre unas de tantas excusas, la salvación de los hombres con rectitud de corazón, pero que no conocen a Cristo y otra sería la de las “semillas del Verbo”. El da una respuesta concisa haciéndoles una interpelación “¿podremos nosotros salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza- lo que San Pablo llamaba avergonzarse del Evangelio[7]- o por ideas falsas omitimos anunciarlo?[8].
Finalmente como no hablar un poco sobre los grandes sacrificios que exigen el Reino y la salvación, que muchas veces son fatigosos y extenuantes pero con la gracia de Dios seremos capaces de afrontarlos con valentía.
 Somos signo de contradicción en el mundo porque seguimos al que Es la total contradicción, pues Él rompe todos nuestros esquemas y razones, pero también tenemos la total certeza de que somos del mundo, mas si la sal se desvirtúa ¿con qué se salará?; somos luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín. Debe brillar nuestra luz delante de los hombres.[9]


[1]  Cf. Evangelli Nuntiandi (4)
[2] Flp. 3, 8-11.
[3]  Evangelli Nuntiandi (8).
[4] Mt. 5, 1- 12.
[5] Lc. 9, 57- 62.
[6] Evangelli Nuntiandi (9).
[7] Cf. Rom. 1, 6.
[8] Evangelli Nuntiandi (80)
[9]Cf.  Mt. 5, 13-16.
EL MUNDO SINTETIZADO EN UN LIENZO




Entre las actividades más nobles del ingenio humano se cuentan, con razón, las bellas artes, principalmente el arte religioso y su cumbre, que es el arte sacro.
Estas, por su naturaleza, están relacionadas con la íntima belleza de Dios, que intentan expresar de alguna manera por medio de obras humanas. Y tanto más pueden dedicarse a Dios y a contribuir a su alabanza y gloria, cuanto más lejos están de todo propósito que no sea colaborar lo más posible con sus obras para orientar santamente los hombres hacia Dios[1]
¿Por qué comenzar con esta citación? Porque es precisamente esto lo que sucede en la vida de Henri J. Nouwen cuando observa por primera vez  en Trosly, el cuadro de Rembrandt “El regreso del Hijo Pródigo.” Lo orientó santamente hacia Dios, pues en él pudo comprender la historia que Jesús contó una vez: “La parábola del Hijo Prodigo” El solo hecho de observar ese cuadro lo encaminó a un redescubrimiento de su vida espiritual, de su reconocimiento de “hijo amado del Padre”, hermano de muchos hombres en el ambiente eclesial y, por supuesto del verdadero sentido del ministerio sacerdotal de Nuestro Señor Jesucristo: Ser un Padre misericordioso que acoge a todos como sus hijos más amados.
Todo lo enunciado anteriormente lo expresa claramente él en cada uno de sus capítulos. Primero lógicamente situándose y encarnando a aquel hombre harapiento, triste, sin cabello, pero, iluminado por la luz que proviene del Padre, luz que no más que otra cosa que la misericordia que nos hace hijos nuevamente, que nos recibe en un abrazo perpetuo lleno de amor incondicional. Entonces es el cuadro quien lo lleva a reflexionar en cada parte de la parábola: salir de casa, eliminar al Padre de la propia existencia reclamando lo que a Él pertenece, puesto, que cada uno de los dones que Dios ha regalado son dirigidos a Él mismo no a nosotros, para nuestra propia vanagloria en un mundo que los absorbe hasta agotarlos y después desecharnos para convertirnos en algo peor que los cerdos, (parafraseando una frase dicha por el presbítero Pedro Nel Quinchía “somos peor que la nada, pues, la nada no peca”  somos peor que los cerdo, pues, los cerdos no pecan). Y finalmente le hace entender que cuando todo parece perdido aparece “la voz del amor”  que clama constantemente en su interior llamándolo a casa diciendo: “Tú eres mi hijo amado en quien me complazco”[2] una voz que llama desde el centro del ser que en definitiva es el hogar.
Allí pues en medio del lodo y  acompañado únicamente de los cerdos y cuando todo se ha perdido se puede entrar en lo más profundo del ser. Y encontrar que deseaba que lo trataran como a un cerdo, ya que, por lo menos al cerdo se le consideraba un ser existente para alguien (el dueño de la jauría), podremos darnos cuenta que no somos cerdos, sino, seres humanos, hijos de Dios y comprender que en el principio solo existe el de deseo de vivir no de morir, y finalmente escuchar la voz del Padre que llama.
El padre Henri J. Nouwen se recapacita y dice: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pande sobra mientras que yo aquí me  muero de hambre! Me pondré en camino, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.”[3]Y en cada uno de las frases que dice desarrolla una experiencia de la misericordia de Dios.
 Ahora bien, observando la bienvenida que hizo el Padre al hijo en el cuadro de Rembrandt, se puede sentir en carne propia lo que el autor quiere expresarnos en sus letras. Es sentir un abrazo cargado de ternura y amor, que no pide explicaciones sino que celebra su regreso.
Es inevitable fijarse en la propia vida y hacernos la pregunta ¿soy el hijo menor de la parábola?, pero es más inevitable pensar en el perdón de Dios, desearlo, buscarlo, ponerse en pie y dirigirse a la casa del Amado y decirle: “he pecado contra el cielo y contra Ti. Ya no merezco llamarme hijo tuyo” para así poder realmente sentir en carne propia lo que expresa el cuadro, lo que vivió el padre Henri y lo que han vivido miles de hombres que no se detienen ante todo el sufrimiento que genera estar lejos de Dios y se han dejado morir.
En segundo lugar Henri J. Nouwen encarna al hijo mayor. Un hombre lleno de oscuridad resentimiento, envidia, crítica y miedo.
Cuando se reflexionan cada una de las palabras que Henri desarrolla en su segundo capítulo de esta obra, inmediatamente llega a nuestra mente y corazón una terrible cachetada, pues, es el hijo mayor a quien nos parecemos muchos de los seminaristas y sacerdotes, somos más parecido a el hombre que se queda en casa  que al hijo rebelde que sale como un loco a buscar nuevas aventuras (este quizá es menos pecador que nosotros, pues, él solo buscaba felicidad en su infantil forma de ver el mundo), nosotros en cambio nos quedamos en casa “envidiando al hermano menor”  porque él puede hacer cosas que nosotros por nuestro “moralismo” (quizá por nuestro fariseísmo) no somos capaces de realizar.
Somos más bien un montón de hombres resentidos porque vemos como muchos de nuestro hermanos regresan a casa, son acogidos felizmente y nacen a una nueva vida, vida que nosotros infravaloramos,puesto, que como decía Pablo VI: “son palos descortezados y cepillados, bien barnizados en ocasiones, pero que ya no ahondan en sus raíces en el martillo de la humanidad, que ya no dan yemas ni racimos: palos bajos, palos muertos, que sirven, todo lo más para construir empalizadas y barreras, para sostener carteles, con prohibiciones y reglamentos.”[4]
Todas estas palabras del Pontífice nos caen como anillo al dedo, estamos llenos de normas que como decía el Padre Henri “se convierten en una cruz pesada no la ley liberadora.” Qué triste es observar que nos hemos en hijos mayores, que nuestro rostro es iluminado por la misericordia de Dios, pero, nuestras manos están atadas a nuestros resentimientos y por eso nunca nos hemos atrevido a ser felices, a realmente reconocerlo a Él como mi Padre amadísimo y abandonarnos como nuestros hermanos menores “niños recién nacidos en las manos amorosas de Dios”
Qué difícil es también luchar contra éste sentimiento; éste sentimiento que nos hace a la vera del camino y nos construye en espectadores de la misericordia, expertos en hablar del amor de Dios, pero, no podemos realmente sentirlo, es entonces Dios una idea en nuestra mente, no una persona duramente aferrada en nuestro corazón, llenándolo de alegría y paz; “Es nuestro corazón demasiado ambicioso y no se llena con nada, sólo con Dios que es en realidad la medida exacta de él.”
También nos hemos convertidos en piedras para el camino de nuestro hermano, “somos los hijos obedientes del Padre” pero, en realidad cuando alguien quiere referirse a Dios en nosotros, no puede encontrar más que hipocresía, incoherencia de vida, ojos tristes porque están demasiado lejos de casa y, por eso la casa del Padre se está quedando sola.
Finalmente Henri. J Nouwen encarna la tercera persona del cuadro de Rembrandt, el Padre. Aquí nos situaremos muy poco, pues, este el punto a llegar después de haber encarnado cada uno de los hijos, ya que, no se puede quedar con la misericordia que recibió en su corazón y alojarla allí sola para él,  dejando que se llene de “telarañas”  enfriándose y muriéndose. Así no es la persona del Padre que Rembrandt retrató, es un Padre caluroso, amoroso, y lleno de luz que no es capaz de quedarse con todo esto solo, tiene la necesidad cariñosa de transmitirla y regarlas por toda la humanidad. Aquí es donde Nouwen se concientiza realmente de lo que es el ministerio sacerdotal que había recibido.
En conclusión quisiéramos centrar la atención en uno de los aspectos que Henri J. Nouwen expuso: “en la parábola del hijo pródigo se sintetiza lo que es el Evangelio”
Es precisamente una realidad innegable, porque, cuando observamos el mundo nos damos cuenta que está dividido en tres tipos de personas: “hijos menores, hijos mayores y padres” Los hijos menores son todos aquellos que ha decidido rotundamente salir de la casa, abandonar la fe y sumirse en la búsqueda de casas en el mundo; son aquellos que experimentan el dolor de no encontrar respuesta y que tontamente se desgastan en agradar a los demás, sin tener conciencia de que le agradan al Padre, más que agradar son queridos por el Padre, más aun que queridos son amados por el Padre.
Los hijos mayores son todos lo que viven en el interno de la Iglesia o de alguna otra religión y que como habíamos dicho anteriormente solo conocen una “idea” de Dios un evangelio utópico y no una experiencia personal con Él. Son por así decirlo unos fariseos, estudioso de Dios, exegetas admirables y teólogos ejemplares, pero en realidad no pasan de ser más que unos científicos fríos y llenos de conocimiento que en realidad casi nadie escucha y que cuando hablan los únicos los admiran y se deleitan con sus palabras son ellos mismos.
Finalmente los Padres, aquellos que ya pueden decir “Ya no vivo  yo,  sino que Cristo vive en mí”[5]y con esta frase de San Pablo resumo la experiencia que viven cada uno de estos santos hombres.


[1] SACROSACTUM CONCILIUM. 122.
[2] Mt. 3, 17.
[3] Lc. 15, 17-19
[4] Carta Apostólica a los sacerdotes.
[5]Carta a los gálatas 2, 20.

CUANDO EL ESTADO NO PONE SU PODER AL SERVICIO DE LOS DERECHOS DE TODO CIUDADANO.

Dirijo mi mirada a la realidad de nuestro país, con sus alocadas, desconsideradas y egoístas leyes abortivas, que niegan la igualdad de todos, pues, el derecho inalienable de la vida no puede ser negado a ningún hombre y, mucho menos a los mas indefensos e inocentes, que de modo directo los padres están llamados a la plenitud de su protección e integridad.
El catecismo de la Iglesia Católica nos dice: “el derecho inalienable de todo individuo humano inocente a la vida constituye un elemento constitutivo de la sociedad civil y su legislación”[1]por lo tanto cuando el gobierno colombiano aprobó la práctica del aborto en los tres casos –mal formación del feto, violación de la madre, peligro de muerte de la madre- ha violado directamente los Derechos Humanos, convirtiéndose también cada uno de los congresistas que aprobaron el aborto en unos asesinos. Ya no solo son asesinos los padres y el medico que practica el aborto, sino, también cada uno de los hombres que dijeron si a tan funesta propuesta, se han convertido en asesinos cada uno de los médicos que no comprendieron cada una de las palabras que S.S. Pablo VI les dirigió en su polémica encíclica humanae vite: “los médicos y miembros del personal de sanidad, quienes en el ejercicio de su profesión sienten entrañablemente las superiores exigencias de su vocación cristiana, por encima de todo interés humano. Perseveren, pues, en promover constantemente las soluciones inspirada en la fe y en la recta razón, y se esfuercen en fomentar la convicción y el respeto de las mismas en su ambiente.”[2] Pues, no promovieron e hicieron valer su derecho objeción de conciencia. Se han convertido en asesinos cada una de las mujeres que gritaron en las plazas publicas “ ¡yo tengo derecho a decidir en mi cuerpo!”, sin embargo, no tienen derecho a decidir en la vida de un ser humano que lo único que espera de ella es amor.
Finalmente y con más tristeza se han convertido en asesinos cada uno de los abandonados cristianos en los cuales se cumplen también algunas de la palabras Pablo VI. “al no cristianismo de los cristianos”[3] que frente a tan horribles actos que se pensaban y que se cometen callan sus bocas.Ustedes no comprendieron las Palabras de Jesús “vosotros sois la sal de la tierra. Vosotros sois la luz del mundo”[4] pues, ya no salan y su luz es oscura.



[1] CEC 2273.
[2]Humanae vite 27.
[3]Carta apostólica de Pablo VI a los sacerdotes.
[4] Mt. 5 ,13.14

sábado, 13 de octubre de 2012

PROPEDÉUTICO 2012

El año Propedéutico implementado en el Seminario Diocesano Nuestra Señora, es un curso que lo pretende es introducir a los vocacionados en la vida de la Escuela del Evangelio (seminario), para que los jóvenes seminaristas entren en contacto personal con el Maestro.
En mi propia experiencia el año de propedéutico es un año de noviazgo y enamoramiento de la Iglesia -Cuerpo de Cristo- en cual cada uno va definiendo qué clase de seminarista va a ser y, sobre todo en cual se acepta con libre voluntad de propuesta de Cristo "Ven y sígueme."
Estos son mis compañeros:
-Jesús arturo alvarez muñoz.
-sergio luis alzate santa.
-fabian antonio bolaños.
-juan pablo cano lópez.
-fausto cardona chalarca.
-henry alexander cardona hoyos.
-andres felipe castaño martinez.
-jackson alejandro ceballos gomez.
-martin andres ciro noreña.
-luis javier clemente martinez.
-daniel alejandro fernandez rivera.
-edison camilo gallego soto.
-armando de jesus garcía cortéz.
-yoni alexander garcia osorio.
-wilson arley giraldo aristizabal.
-uriel ignacio gonzalez botero.
 -ricardo andres grajales.
-anderson arturo guevara osorio.
-victor hugo jaramillo estrada.
-freidy alexander lopez zapata.
-santiago montoya ramirez.
-ricrdo muñoz cordoba.
-daniel alfonso ocampo ortega.
-carlos andres ortega vega.
-diego alejandro poveda lopez.
-ever alberto quintero giraldo.
-jairo andres ramos agamez.
-german alberto rodriguez noriega.
-diego alberto silva hernandez.
-edwin arbey valencia cardona.
- santiago esneider vallejo giraldo.
-johan andres vergara blandon
-jeyson yarce monsalve.